Olivier D´Auria


Muchas veces me aburro en las exposiciones caninas. Debo de reconocer que no soy un aficionado demasiado convencional. Me gustan los perros y siento un pequeño morbo por ganar y por ver competir a los demás, pero eso no lo es todo para mí. 
Me gustan también el resto de actividades que suceden alrededor de los rings; las pruebas de agility, la competición de flyball, hasta las exhibiciones de dog dancing. Me vuelvo loco investigando de arriba a abajo los puestos de merchandising que acuden a las grandes y a las pequeñas exposiciones. Lo que más me gusta de Crufts es curiosear entre libros, óleos y litografías. Me encantan los artesanos que exponen sus esculturas en Montgomery.
Generalmente, suelo participar en solitario en esta parte de los concursos. Nunca encuentro acompañantes pacientes que les interesen este tipo de cosas, y quieran verlas tan minuciosamente conmigo. 
Ibón Aberasturi es una excepción. Con Ibón encuentro la complicidad necesaria para no sentirme culpable porque mi acompañante se aburre durante las horas de circuito por los puestos comerciales. Es más, es él quien en muchas ocasiones, me retiene todavía más rato ojeando un libro o una colección de postales caninas.
En el pasado campeonato del mundo en París, Ibón descubrió un fotógrafo francés, que parecía realizar fantásticas fotografías allí mismo durante la exposición. 
Dicho y hecho. Reservamos un par de horas una tarde y, después de comer, tras haber hablado entre nosotros sobre nuestras preferencias en fotografía canina,  nos fuimos con su fantástico pinscher Doinusmound Johnny Walker, para conocer sobre el terreno cómo se hacen los buenos retratos. Reconozco que me intrigaba ver lo que podía hacer aquel fotógrafo, en mitad del caos que se forma en un pabellón de exposiciones.
En primer lugar, nos sentamos a hablar con él para explicarle el tipo de retrato en el que nosotros habíamos pensado. A continuación, el señor Olivier D´Auria se puso a trabajar en ello. Compuso la escenografía y la iluminación, nos explicó cómo quería que motiváramos al perro, y por fin, comenzó a disparar con su cámara. 
Después de 15 minutos y unos 50 disparos, nos sentamos de nuevo los tres para ver el resultado. A Ibón y a mí, la cosa no terminaba de convencernos demasiado (quizá una de las imágenes podía servir, pero......) al señor D´Auria no le gustaba en absoluto lo que había conseguido. Transcurridos otros 15 minutos pasando fotos en la pantalla del ordenador, nos pidió que volviéramos a posar al perro, pero que en esta ocasión, le dejáramos hacer a él lo que de verdad le apetecía. 
El resultado, ya lo ven.... ¡una preciosidad!.