Contagioso


Hablábamos el otro día Alberto y yo sobre la mar y sobre los peces... como siempre. Sobre todo y sobre nada. La gente que nos conoce se imagina (me lo han dicho algunos) que cuando nos juntamos los dos o hablamos por teléfono,  nuestro único tema de conversación son los perros. Craso error, es más, rara vez lo hacemos. Lo que solemos hacer es conversar sobre las cosas y sobre las gentes, hablamos sobre la forma de vivir y pensar de las personas que conocemos, de los de aquí o de los de afuera. Alberto es un observador experto que mira el mundo que le rodea sin prejuicios. 
Pues bien, en un determinado momento, reflexionó sobre su relación con numerosas personas que ha conocido a lo largo de su vida, me decía que ahora se da cuenta de que su influencia ha tenido un efecto de contagio enorme, que ha propagado el virus del mundo de las exposiciones caninas y ha influido decisivamente en muchas vidas ajenas.
Yo estoy de acuerdo, pero incluso voy más allá: Alberto Velasco es tóxico. Ser su amigo te puede "destrozar" la vida. En mi caso por ejemplo, yo era un estudiante responsable con una prometedora carrera profesional por delante, era un joven formal, amante de las fiestas familiares... hasta que le conocí, desde ese momento mi vida ha sido un desastre. Tengo la impresión de haber pasado día tras día dentro de una licuadora que me agita y me tritura. Ni un segundo de descanso. Por su culpa, me subí en el Dragon Khan a los dieciocho años y parece que este trasto no vaya a detenerse nunca.