Otra excepción


Recibo hoy una carta por correo tradicional, no lleva remitente, al abrirla encuentro unos papeles impresos de la página web de Heraldo de Aragón. No resisto reproducir aquí esta deliciosa historia:

El faquir enterrado durante nueve días en un almacén de Zaragoza
16 Julio, 2009 por Mariano García.

Hoy le toca el turno a otro personaje fascinante. Su nombre artístico era Kammamuri y decía ser portugués, aunque lo mismo podía ser de Galapagar. Kammamuri, que tomaba el nombre creo que de un personaje de Salgari, era uno de los más sorprendentes faquires de principios del siglo XX. Pionero en el uso de estrategias publicitarias, era habitual que llegara a una ciudad, hiciera algún número espectacular y luego aprovechara la fama conseguida para actuar ya de manera convencional en uno de los principales teatros. A Zaragoza vino a principios de noviembre de 1933 y anunció que se iba a enterrar, sin alimentos ni agua, durante 9 días. El caso es que no pudo hacerlo donde quería, en los cines Goya, así que buscó un almacén vacío en la calle del conde de Aranda. El 2 de noviembre HERALDO publicó esta pequeña entrevista:
Una melena formidable decorando un tipo sonriente de atleta. ¡Con qué envidia miramos su cabellera los casi calvos! Kammamuri no quiere que se le conozca como fakir, porque eso está muy desacreditado. Prefiere ser denominado "derviche”. Claro es que Kammamuri es conocidísimo como artista de circo en España y en el extranjero, pues se ha enterrado vivo en Madrid y hasta se ha ‘crucificado’ en el Circo de Price.
Con gran naturalidad delante de nosotros se ha pasado un hierro candente por la lengua… y se ha metido a martillazos un puñal por las narices, en dirección al cerebro.
Con un acento portugués explica sonriente tales ejercicios. No les da demasiada importancia. Nos dijo que si le bajábamos al taller de estereotipia, metería las manos en la caldera de plomo hirviente. Ya lo hizo en varios sitios…
Nos dio miedo la prueba, casi nos causó terror darle la mano después, pese a su sonrisa y a su charla con dejo melódico de fado.
Sin rubor confiesa que es indio, de la India portuguesa; que ha trabajado en varios oficios, que se ha enterrado vivo, solo y con animales, muchas veces.
Desdeña a muchos artistas que se anuncian como fakires y sólo hacen trabajos de truco.
Kammamuri tenía un gran interés en enterrarse en Zaragoza, y ya tiene sitio, que era la máxima dificultad.
Y siempre sonriente nos anunció que cavará su sepultura a varios metros debajo de tierra y luego se sepultará él sábado próximo en un almacén desalquilado de la casa número tres de la calle del Conde de Aranda.
-¿Cuántos días?
Últimamente en Oviedo permaneció enterrado ciento noventa y cinco horas. Aquí piensa estar otras tantas.
-¿El acto del sepelio le emociona a usted?
-Nada. Lo hago con naturalidad, como si fuera a acostarme en la cama. Claro es que tomo mis precauciones y controlan mi pulso y mi temperatura algunos médicos.
-¿Y después?
-Yo mismo redacto el parte de diario desde ultratumba.
-¿Ha tenido usted miedo a morirse alguna vez de verdad estando enterrado?
-Nunca. Lo que sucede es que en cada sepelio pierdo unos kilos.
-No es un sistema recomendable a las señoras ansiosas de adelgazar…
Y Kammamuri sonríe siempre… En esta ocasión con más vehemencia.
Hará unos paseos por las calles de la ciudad luciendo la amplia melena que ahora tapa con una gran boina. Da la sensación de llevar un globo negro, pronto a elevarse sobre los hombros.
Ante el enterramiento de Kammamuri, el indio portugués, atleta de circo, nosotros, sin poderlo evitar, pensamos: “Lo que hay necesidad de hacer para comer”….
Tres días más tarde, otra noticia breve: la crónica del entierro.
Kammamuri, que además de fakir es recién casado, dio un beso a su mujer, una niña casi, y se metió en el ataúd.
Antes de que unos improvisados enterradores cerraran la caja, el auténtico indio fue reconocido por el doctor Aráiz, quien únicamente le apreció un catarro fuerte. Y como no era cosa de dejarle partir hacia ‘el más allá’ sin defensa alguna contra sus averiados bronquios, se le entregaron unas cuantas pastillas pectorales.
Momentos después, su ataúd, ya clavado y precintado por el delegado de la autoridad gubernativa, fue bajado a una fosa de dos metros de profundidad, al mismo tiempo que en la calle sonaban a modo de campanas funerales los estampidos de doce cohetes y su joven ‘viuda’ derramaba algunas lágrimas.
A las nueve en punto de la noche el derviche Kammamuri quedó instalado en su sepultura, donde permanecerá durante nueve días, sin comer ni beber.
Que la tierra le sea leve es nuestro deseo.

Como era de esperar, la expectación que levantó en Zaragoza fue grande. Cientos de niños y mayores acudían todos los días en peregrinación a conde de Aranda, 3, frente a los Escolapios, para ver al faquir, imagino que después de pasar por taquilla, que por algo se ‘entierra’ uno además de por amor al arte. Su vuelta a este mundo fue otro ‘espectáculo’ digno de verse. El 14 de noviembre, HERALDO lo contaba así:
Kammamuri, el derviche, cumplió su programa. Un sábado, al anochecer, precedido de un reconocimiento médico, de unos besos y unas lágrimas de su desconsolada esposa, se soltó el pelo, se puso el traje mortuorio y se metió en un féretro. Doce cohetes dieron la señal de enterramiento.
Un parte diario en la Prensa, muchas personas que visitan su tumba, unas bombillas rojas en la puerta y Kammamuri que va perdiendo el habla y empalideciendo, hasta que una barba abundante hace más trágico el espectáculo de la visita a la tumba del derviche.
Y al noveno día, o séase el domingo, a las nueve de la noche, fue desenterrado con un ceremonial lo más aparatoso posible, ante un público numeroso que no cabe en el local, y llena la amplia calle del Conde de Aranda.
Sus familiares, sus mánagers, los que han sido sus servidores, en torno del féretro, hasta que fue sacado del mismo con máximos cuidados y Kammamuri en una camilla colocada en un coche ambulancia sanitario, es trasladado al hotel en que ha de reponer, con el necesario tino, las energías perdidas en el enterramiento.
Ha perdido energías y unos kilos. Pronto recuperará ambas y entonces Kammamuri se propone realizar arriesgadisimos ejercicios en un escenario zaragozano.
Conste que el desenterramiento tuvo muchísimo público y la conducción del desenterrado hasta su nueva residencia también.
Para que vean lo popular que fue Kammamuri: una semana después de su ‘desenterramiento’ se celebraron en España las elecciones de 1933 (19 de noviembre). Como suele suceder, los graciosos y descontentos introdujeron en las urnas papeletas que fueron declaradas nulas. En Zaragoza el que cosechó mayor número de estos votos nulos fue, seguro que ya lo han adivinado, Kammamuri, junto a la cupletista Margarita Carbajal, famosa también en la época.
Kammamuri, que nunca más volvió a la capital aragonesa, estuvo luego actuando unos días en el Monumental Cinema, cosechando un éxito como no se había visto. Después de su actuación echaban la película ‘La mujer en la Luna’, pero el público iba a ver a Kammamuri. 
No he encontrado una crónica de su actuación, pero a través de la publicidad que se insertaba en el periódico, uno puede hacerse una idea de en qué consistía su espectáculo: “El famoso derviche indio, con sus emocionantes experimentos científicos. Simulacro de decapitación. Sondajes intramusculares y nasales. El yunque humano. Kammamuri adivino de secretos. Kammamuri corta con los dientes gruesas puntas de París de 20 centímetros. La grúa humana, el más sorprendente ejercicio. La boca incombustible. Espeluznante… increíble…”