Un país imaginario



El nivel de bienestar de un país también se puede medir por lo que sus ciudadanos desprecian. Los kilos de basura que se generan divididos por el número de personas, ofrecen un indicador muy fiable sobre el nivel de vida de su población. España se encuentra en la séptima posición en este ranking dentro de los países de la Unión Europea, en la última década nuestro volumen de residuos aumentó un 25%.
Todo lo anterior es incuestionable, son datos que se publican con regularidad y sobre los que abundan estudios muy sesudos. En cambio, nadie -que yo sepa- ha pensado en elaborar una clasificación sobre el nivel cultural de cada país, basándose en el trato que los  ciudadanos y sus administraciones dan a los perros. Se debería estudiar por ejemplo: el indicador de perros por habitantes, el número de abandonos, el de clínicas veterinarias, la legislación aplicable, etc.
Yo he visto (y por tanto lo creo) cómo se trata y considera a los animales de compañía en los países que encabezan el ranking económico desde hace siglos. Yo también conocí hace unas décadas otra España. La de los niños que perseguían perros y gatos por las calles, aquellos animales a los que nunca les estaba permitido cruzar la línea imaginaria que separaba el espacio para los humanos, del resto de la naturaleza.
Como en todo, hemos mejorado algo, pero no tanto como nos creemos y desde luego, ni por asomo somos ese país culto y tolerante que nos quieren hacer creer los medios de comunicación y nuestros gobernantes.
Todavía hay mucha insensibilidad, mucha intransigencia y algo de barbarie.